La vida en el Camino

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Un sueño hecho realidad


Un sueño hecho realidad: Thijs, Femke y yo vivimos en el Camino. ¿Por qué soñamos con esto?

Cuando hacía el Camino, a menudo pensaba en lo maravilloso que sería si la vida real fuera así. Ahora vivimos aquí, en un albergue de peregrinos en el Camino, y esto es la nueva normalidad. Me siento como en casa. Sé qué hacer, cómo comportarme sin pensarlo. Soy más atrevida aquí; soy yo misma aquí porque siento menos juicio, tanto sobre mí misma como sobre los demás.


Energía especial en el Camino


La energía del Camino suaviza a la gente, las capas se van desprendiendo poco a poco. Aquí no hay necesidad de defenderse, porque hay menos juicios. Puedes ser quien eres; al fin y al cabo, todos somos peregrinos, lo que crea una conexión a un nivel más profundo y vulnerable. Al fin y al cabo, nos vemos en los buenos y en los malos días. Hay menos prisas, menos despliegue exterior: volvemos a lo básico. Todos somos iguales. Aquí también ocurren cosas especiales, por una razón. Ves que todo está destinado a ser. Esto también es cierto en la vida, pero debido a todas las distracciones, es menos visible. Es difícil de describir, pero si has hecho el Camino, sabes a qué me refiero.


Una idea que cada vez me asalta más es: "¿Cómo puedo recrear esta atmósfera en la vida 'normal'?". ¿Sería posible? ¡Qué maravilloso sería si la gente de allí se preocupara más por los demás! Por eso sigo creyendo que es bueno para todos hacer el Camino al menos una vez en la vida. Sin duda, me ha cambiado la vida.


Lo que quería fomentar en mí era aprender a dar y compartir más sin esperar nada a cambio. Dejar atrás la idea de escasez y el miedo a la carencia. En definitiva, se trata de pasar del yo al nosotros. Algo que se necesita desesperadamente en nuestra sociedad. Lo estamos aprendiendo a base de ensayo y error. Se trata de mantener el equilibrio entre cuidarnos a nosotros mismos y a los demás.


Por supuesto, también hay gente aquí que se comporta según normas y valores diferentes a los tuyos. En ese sentido, el Camino también es un reflejo de la sociedad; es el mundo en miniatura. Aquí hemos tenido de todo: astrólogos, matronas, desempleados, hackers, etc. Desde Nueva Zelanda hasta Canadá, desde México hasta Corea del Sur, personas de todas las nacionalidades pasan por aquí. Es un gran regalo conocer a tanta gente de diferentes orígenes y culturas.

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